Una casa dividida: el precio invisible de una familia ensamblada
Soy Carmen, una mujer de 55 años que ha visto cómo su hogar y su matrimonio se tambalean cada fin de semana con la llegada de mi hijastra, Lucía, y sus hijos. Entre gritos, juguetes y discusiones, mi refugio se convierte en un campo de batalla emocional donde el amor y los límites parecen irreconciliables. Me debato entre el deseo de armonía y la necesidad de proteger mi propio espacio, preguntándome si alguna vez podré sentirme verdaderamente en casa.