La bondad de un guardia cambió nuestro destino aquel jueves
Nunca olvidaré el frío de aquel jueves de noviembre, ni la vergüenza que sentí al ver a mi madre llorar frente al guardia de seguridad. Mi familia estaba desesperada, y yo, con apenas catorce años, sentí que el mundo se nos venía encima. Pero aquel hombre, don Manuel, nos ofreció algo más que compasión: nos devolvió la esperanza.