¿Por qué no puedo casarme a los 57?
A los 57 años, creí que la vida me daba una segunda oportunidad en el amor, pero mi hija Lucía está convencida de que mi prometido, Manuel, solo busca aprovecharse de mí. Entre discusiones, sospechas y recuerdos del pasado, mi mundo se tambalea y debo decidir si sigo mi corazón o escucho las advertencias de mi propia sangre. ¿Puede una madre elegir entre su felicidad y la desconfianza de su hija?