Me llamo Mariana y crecí en un barrio de Ciudad de México, donde aprendí que el valor de una mujer a menudo se mide por los ojos de los demás. Entre el bullicio de la familia, las expectativas sociales y mis propias inseguridades, luché por encontrar mi voz y mi lugar. Esta es la historia de cómo enfrenté la presión de ser ‘la hija ejemplar’, y cómo, entre lágrimas y coraje, descubrí que mi valor no depende de nadie más.
Ayer, mientras paseaba por primera vez con mi hijo recién nacido por las calles de nuestro pequeño pueblo en la sierra de Madrid, una vecina entrometida intentó invadir mi intimidad exigiendo ver al bebé. Mi respuesta, inesperada incluso para mí, desató un pequeño terremoto en la comunidad. Ahora me pregunto si hice bien en defender mi espacio o si, al contrario, sólo alimenté más habladurías.
Mi nombre es Mariana y mi vida cambió el día que decidí dejar mi trabajo para dedicarme por completo a mi hija Camila. Años después, mientras ella florece en la secundaria, yo me enfrento a la dura realidad de intentar reconstruir mi vida profesional a los cuarenta y tres años. Entre el amor, la culpa y la incertidumbre, me pregunto si realmente tomé la mejor decisión para ambas.
Soy Mariana, una mujer que siempre fue vista como el pilar de su hogar, pero ahora me encuentro en un punto donde el deseo de cuidar y mantener ese espacio se ha desvanecido. Esta es la historia de cómo mi vida dio un giro inesperado, enfrentando conflictos internos y familiares, mientras busco redescubrir mi identidad más allá de las paredes de mi casa. A través de lágrimas y decisiones difíciles, me pregunto si alguna vez podré encontrar el equilibrio entre ser quien era y quien deseo ser.
Soy Carmen, una mujer que alguna vez encontró su identidad en el cuidado del hogar. Sin embargo, la monotonía y la falta de reconocimiento han apagado mi pasión, llevándome a cuestionar mi papel y mis relaciones. Enfrentada a una encrucijada, debo decidir si seguir en este camino o buscar un nuevo propósito.
