Olvidada por los míos: El ultimátum de una madre
—¿Otra vez sola, mamá? —preguntó Lucía al entrar en la cocina, sin apenas mirarme, mientras tecleaba en su móvil.
Sentí cómo se me encogía el pecho. La casa estaba en silencio, salvo por el zumbido del frigorífico y el eco de mis propios pensamientos. Había pasado toda la mañana limpiando, preparando la comida favorita de mis hijos, esperando que, por una vez, llegaran a tiempo y con ganas de hablar. Pero Lucía llegó tarde y distraída, y ni rastro de Daniel o Raúl.
—¿Vas a quedarte a comer? —pregunté, intentando que mi voz no temblara.
—No puedo, mamá. Tengo una reunión en el trabajo. Solo he venido a recoger unos papeles —respondió Lucía, sin levantar la vista.
La rabia y la tristeza me golpearon como una ola fría. ¿En qué momento mis hijos dejaron de verme? ¿Cuándo pasé de ser el centro de su mundo a convertirme en un estorbo?
Recordé aquellos años en los que corría de un lado a otro: meriendas, deberes, partidos de fútbol, noches en vela por fiebre o pesadillas. Mi marido, Antonio, murió joven y me dejó sola con tres niños pequeños. Nunca me quejé. Trabajé limpiando casas ajenas para que a los míos no les faltara nada. Y ahora… ahora ni siquiera se acuerdan de preguntarme cómo estoy.
Esa tarde, mientras fregaba los platos que nadie usó, tomé una decisión. No podía seguir así. No merecía este olvido.
Esa noche llamé a mis hijos al grupo de WhatsApp familiar:
«Mañana a las 19:00 quiero veros a los tres en casa. Es importante.»
Daniel fue el primero en contestar:
—¿Pasa algo grave?
—Lo sabréis mañana —respondí.
Al día siguiente, la tensión se podía cortar con un cuchillo. Daniel llegó con prisas, aún con el traje del trabajo; Raúl apareció con su moto y el casco bajo el brazo; Lucía llegó la última, como siempre.
—¿Qué pasa, mamá? —preguntó Raúl, mirando el reloj.
Me senté frente a ellos en el salón. Sentí que me temblaban las manos, pero no podía echarme atrás.
—Estoy cansada —dije al fin—. Muy cansada. Llevo años ocupándome sola de esta casa y de todo lo que implica. Vosotros venís cuando os conviene, coméis y os vais. No preguntáis si necesito algo, no me ayudáis con nada. Me siento invisible.
Lucía frunció el ceño:
—Mamá, sabes que tenemos nuestras vidas…
—¿Y yo? ¿No tengo derecho a tener la mía? —mi voz salió más fuerte de lo que esperaba—. He dado todo por vosotros. Ahora solo pido un poco de compañía y ayuda.
Daniel suspiró:
—No es tan fácil… El trabajo, los niños…
—Siempre hay excusas —interrumpí—. Por eso he tomado una decisión: si esto sigue así, voy a vender la casa y me iré a una residencia donde al menos alguien se preocupe por mí.
El silencio fue absoluto. Raúl se levantó de golpe:
—¿Vas a vender la casa? ¡Pero si es nuestra herencia!
Sentí una punzada en el corazón.
—¿Eso es lo único que te importa? —pregunté con lágrimas en los ojos—. ¿La casa? ¿El dinero?
Lucía bajó la cabeza avergonzada. Daniel intentó acercarse:
—Mamá… no lo decimos por eso…
—Pues demostradlo —dije firme—. Si queréis esta casa, cuidad también de quien la ha mantenido todos estos años.
Esa noche no dormí. Me debatía entre la culpa y la rabia. ¿Era justo lo que hacía? ¿O era demasiado tarde para exigir cariño?
Los días siguientes fueron extraños. Por primera vez en años, Lucía vino a ayudarme con la compra; Daniel me llamó para preguntarme cómo estaba; Raúl apareció un sábado para arreglar la persiana rota del salón.
Pero yo ya no era la misma. Había aprendido a poner límites. Empecé a mirar residencias con jardín y actividades para mayores. Por primera vez en mucho tiempo pensé en mí misma.
Una tarde, mientras regaba las plantas del patio, Lucía se acercó y me abrazó por detrás.
—Perdona, mamá —susurró—. No nos dimos cuenta de lo sola que estabas.
Lloré en silencio mientras sentía sus brazos rodeándome. Quizá aún había esperanza para nosotros.
Ahora miro mi vida y me pregunto: ¿Cuándo dejamos de cuidar a quienes nos cuidaron? ¿Cuántas madres hay como yo, esperando una llamada o una visita? ¿Es justo tener que elegir entre el amor propio y el amor por los hijos?
¿Y tú? ¿Qué harías si estuvieras en mi lugar?