«El Dilema de las Galletas: Navegando entre Tradiciones Familiares y Alergias»

Laura y Javier siempre habían esperado con ilusión visitar a los padres de Javier en su acogedora casa en las afueras de Madrid. La casa estaba impregnada del aroma de galletas recién horneadas, una tradición que la madre de Javier, Carmen, había mantenido durante décadas. Sin embargo, este año era diferente. Sus hijos, Lucía y Juan, habían sido diagnosticados recientemente con alergias alimentarias severas, y la pareja estaba ansiosa por cómo manejar la situación.

Al aparcar en el camino de entrada, Laura miró a Javier. «¿Crees que lo entenderán?» preguntó, con un tono de preocupación en su voz.

Javier suspiró. «Espero que sí. Pero ya sabes cuánto le gusta a mamá su repostería.»

Dentro, Carmen los recibió con los brazos abiertos y un plato de sus famosas galletas con chispas de chocolate. «¡Las hice especialmente para vosotros!» exclamó radiante.

Laura dudó, intercambiando una mirada con Javier. «Mamá, tenemos que hablar sobre las alergias de Lucía y Juan,» comenzó Javier suavemente.

La sonrisa de Carmen se desvaneció. «¡Oh, tonterías! Una galleta no les hará daño.»

«En realidad, sí podría,» intervino Laura suavemente. «Lucía es alérgica a los frutos secos y Juan no puede comer gluten.»

El rostro de Carmen se entristeció. «¡Pero estas son recetas familiares! Han pasado de generación en generación.»

Javier colocó una mano tranquilizadora en el hombro de su madre. «Sabemos lo importantes que son para ti, pero tenemos que ser cuidadosos.»

La conversación continuó durante la cena, con Laura y Javier explicando la gravedad de las alergias de los niños. Carmen escuchó pero parecía no estar convencida. «Simplemente no entiendo por qué los niños hoy en día tienen tantos problemas,» murmuró para sí misma.

A la mañana siguiente, Laura encontró a Carmen en la cocina preparando el desayuno. «He hecho tortitas,» anunció orgullosa.

El corazón de Laura se hundió al notar el mostrador cubierto de harina. «¿Son sin gluten?» preguntó con cautela.

Carmen negó con la cabeza. «Usé la receta de siempre. Es la que siempre le ha gustado a Javier.»

Laura respiró hondo. «No podemos arriesgarnos, Carmen. No es seguro para Juan.»

La frustración hervía bajo la calma exterior de Carmen. «Solo quiero que disfruten lo que hago,» dijo con un tono de dolor en su voz.

La tensión persistió durante toda la visita. A pesar de sus mejores esfuerzos por explicar y comprometerse, Laura y Javier se sintieron atrapados entre proteger a sus hijos y respetar las tradiciones familiares.

En el último día de su estancia, Carmen se acercó a Laura con una pequeña caja. «He hecho esto para vosotros,» dijo en voz baja.

Dentro había galletas etiquetadas como «sin frutos secos» y «sin gluten.» Laura sonrió, conmovida por el gesto. «Gracias, Carmen.»

Pero mientras se alejaban en coche, Laura no podía sacudirse la sensación de inquietud. La visita había sido más desafiante de lo anticipado, y le preocupaban futuras reuniones.

Javier extendió la mano y le apretó la mano a Laura. «Lo resolveremos,» dijo tranquilizadoramente.

Sin embargo, en el fondo, ambos sabían que encontrar un equilibrio entre las tradiciones familiares y la seguridad de sus hijos sería una lucha continua. El dilema de las galletas había dejado su huella: un recordatorio de que el amor a veces requiere conversaciones difíciles y compromisos incómodos.