Navegando la Realidad Mientras Mi Pareja Escapa a la Fantasía

Todo comenzó con un despido. Javier había estado trabajando en una startup tecnológica en Madrid, un trabajo que amaba y en el que destacaba. Pero cuando la empresa redujo personal, fue uno de los muchos que se encontraron de repente sin empleo. Al principio, éramos optimistas. Javier me aseguró que solo era un bache en el camino y que pronto encontraría algo nuevo. Teníamos algunos ahorros y su indemnización para mantenernos durante un tiempo.

Inicialmente, Javier fue proactivo. Actualizó su currículum, se puso en contacto con antiguos colegas e incluso asistió a algunas entrevistas. Pero a medida que las semanas se convirtieron en meses sin ofertas de trabajo, su entusiasmo disminuyó. Comenzó a pasar más tiempo en casa, a menudo pegado a la pantalla de su ordenador. Lo que comenzó como un pasatiempo para pasar el tiempo rápidamente se convirtió en una obsesión.

Javier encontró consuelo en los mundos virtuales de los videojuegos en línea. Pasaba horas inmerso en estos juegos, a menudo perdiendo la noción del tiempo. Mientras tanto, yo me quedaba recogiendo los pedazos de nuestra vida diaria. Trabajaba a tiempo completo como enfermera, un trabajo exigente que requería largas horas y resistencia emocional. Además, tenía que gestionar nuestro hogar y cuidar de nuestros dos hijos pequeños, Lucía y Pablo.

Lucía, nuestra vivaz hija de seis años, a menudo preguntaba por qué papá siempre estaba ocupado con sus «juegos de ordenador». Pablo, de solo tres años, era demasiado pequeño para entenderlo pero percibía la tensión en casa. Intenté protegerlos de la creciente tensión entre Javier y yo, pero no fue fácil.

Financieramente, las cosas se estaban poniendo difíciles. Nuestros ahorros se estaban agotando y la indemnización hacía tiempo que se había terminado. Tomé turnos extra en el hospital para llegar a fin de mes, pero era agotador. Sentía que estaba constantemente funcionando al límite, sin tiempo para mí o mi familia.

Intenté hablar con Javier sobre mis preocupaciones. Quería que viera cómo sus juegos nos estaban afectando a todos. Pero cada conversación terminaba en frustración. Insistía en que necesitaba este escape para lidiar con el estrés del desempleo. Prometió que volvería a buscar trabajo pronto, pero esas promesas nunca se cumplían.

A medida que pasaba el tiempo, me sentía cada vez más aislada. Amigos y familiares ofrecían apoyo, pero era difícil explicar la situación sin sentir que estaba traicionando a Javier. Lo amaba y quería apoyarlo en este momento difícil, pero también necesitaba que él estuviera presente para nuestra familia.

El punto de quiebre llegó una noche cuando Lucía tenía una obra escolar. Había estado practicando durante semanas y estaba muy emocionada por que la viéramos actuar. Pero cuando llegó el día, Javier estaba tan absorto en su juego que no se dio cuenta de la hora. Llegamos tarde, perdiéndonos su gran momento. La decepción en el rostro de Lucía fue desgarradora.

Esa noche, después de acostar a los niños, confronté a Javier nuevamente. Esta vez, no me contuve. Le dije cómo su ausencia estaba afectando a nuestra familia y cuánto necesitábamos que estuviera presente en nuestras vidas. Fue una conversación difícil, llena de lágrimas y enojo.

Javier escuchó en silencio pero no tuvo mucho que decir en respuesta. Esperaba que fuera una llamada de atención para él, pero en el fondo temía que no fuera suficiente.

Mientras permanecía despierta esa noche, me di cuenta de que las cosas podrían no cambiar pronto. Tenía que encontrar una manera de seguir adelante por el bien de nuestros hijos y por mí misma. No era la vida que había imaginado para nosotros, pero era la realidad que estábamos viviendo.