«Hija, ¿Por Qué Sigues con Él? Aún Estás a Tiempo de Alejarte»

Hace quince años, la señora García no podía estar más feliz con la elección de pareja de su hija Laura. Laura siempre había sido el orgullo de sus ojos, una joven brillante y ambiciosa que acababa de graduarse en derecho. Cuando Laura presentó a su novio, Javier, a la familia, la señora García estaba en las nubes. Javier era un músico talentoso, tocaba la guitarra en una banda local que estaba ganando popularidad. Era encantador, de buen corazón y parecía adorar a Laura.

“¡Es un tesoro!” decía la señora García a sus amigas mientras tomaban café. “Tiene un corazón tan amable y es tan talentoso. Estoy tan contenta de que Laura haya encontrado a alguien que la valore.”

La relación de Laura y Javier floreció rápidamente. Se mudaron juntos, y Laura apoyó los sueños de Javier de triunfar en la industria musical mientras ella trabajaba incansablemente en un prestigioso bufete de abogados. Eran la pareja perfecta, o eso parecía.

Con el paso de los años, las cosas empezaron a cambiar. La banda de Javier luchaba por abrirse camino, y la presión financiera comenzó a pasar factura. Laura era ahora la principal fuente de ingresos, trabajando largas horas para mantenerlos a ambos. Javier, antes lleno de sueños y ambición, se volvió cada vez más abatido y retraído.

La señora García notó el cambio en su hija. Laura parecía cansada todo el tiempo, la chispa en sus ojos apagada por el peso de la responsabilidad. Intentó hablar con Laura al respecto, pero ella siempre lo minimizaba, insistiendo en que todo estaba bien.

“Mamá, Javier solo necesita algo de tiempo,” decía Laura. “Está pasando por un mal momento.”

Pero la señora García no estaba convencida. Veía cuánto estaba sacrificando Laura por Javier, y eso le preocupaba. Echaba de menos a la joven vibrante que una vez estuvo tan llena de vida y ambición.

Una tarde, mientras estaban sentadas juntas en el porche, la señora García decidió expresar sus preocupaciones.

“Laura, cariño,” comenzó suavemente, “sé que amas a Javier, pero no puedo evitar preocuparme por ti. Estás trabajando tan duro, y él no parece estar aportando lo suyo.”

Laura suspiró, mirando el atardecer. “Lo sé, mamá. Pero lo amo. No puedo dejarlo cuando está mal.”

“¿Pero qué hay de ti?” insistió la señora García. “Has renunciado a tanto por él. Tu carrera, tu felicidad… ¿Es esto realmente lo que quieres?”

Laura no respondió de inmediato. Sabía que su madre tenía razón, pero la idea de dejar a Javier se sentía como renunciar a todo lo que habían construido juntos.

A medida que pasaban los meses, las cosas solo empeoraron. La bebida de Javier se hizo más frecuente y su temperamento estallaba más a menudo. Laura se encontraba caminando sobre cáscaras de huevo a su alrededor, tratando de evitar provocar otra discusión.

Una noche, después de una pelea particularmente acalorada, Laura se encontró sentada sola en su habitación, con lágrimas corriendo por su rostro. Se dio cuenta de que se había perdido a sí misma en algún lugar del camino, enterrada bajo el peso de intentar mantener todo unido.

Las palabras de la señora García resonaban en su mente: “¿Es esto realmente lo que quieres?”

Laura sabía que tenía que tomar una decisión. No fue fácil, pero finalmente entendió que quedarse con Javier no estaba ayudando a ninguno de los dos. Era hora de alejarse y encontrarse a sí misma nuevamente.

A la mañana siguiente, con el corazón pesado pero con una nueva determinación, Laura hizo las maletas y dejó el apartamento que había compartido con Javier durante tantos años. No era el final que había esperado cuando se enamoraron por primera vez, pero era el comienzo de un nuevo capítulo para ella.