«Un Encuentro Casual en la Librería: Una Conversación Unilateral»
Era una fresca tarde de otoño cuando decidí visitar la librería local, un lugar que siempre había sido un santuario para mí. El olor a papel nuevo y el suave susurro de las páginas al pasar eran un consuelo que buscaba a menudo. Mientras deambulaba por los pasillos, mis dedos rozando los lomos de innumerables novelas, inesperadamente vi un rostro familiar.
Allí estaba ella, Marta, mi vieja amiga con quien había compartido incontables horas discutiendo de todo, desde los últimos éxitos de ventas hasta los clásicos. Habíamos sido inseparables, nuestra amistad forjada sobre intereses compartidos y respeto mutuo. Pero durante el último año, Marta se había convertido en un fantasma en mi vida. Nuestras llamadas regulares se redujeron a mensajes esporádicos, y nuestros encuentros de fin de semana se volvieron inexistentes. Sus excusas siempre eran las mismas: «Agobiada con el trabajo, quizás la próxima vez.»
Verla ahora, de pie en la sección de ficción con un libro en la mano, provocó una mezcla de emociones. Parte de mí estaba emocionada de verla después de tanto tiempo, pero otra parte estaba aprensiva. ¿Sería la misma Marta que conocía?
«¡Marta!» llamé, saludando mientras me acercaba a ella.
Ella levantó la vista, la sorpresa parpadeó en su rostro antes de transformarse en una sonrisa. «¡Oh, hola! ¡Cuánto tiempo!» exclamó, dándome un rápido abrazo.
Intercambiamos cortesías, y no pude evitar notar lo poco que había cambiado. Su cabello seguía peinado de esa manera chic sin esfuerzo, y sus ojos aún brillaban con el mismo entusiasmo. Pero al comenzar a hablar, quedó claro que algo era diferente.
Marta se lanzó en un monólogo sobre su vida: su nuevo trabajo, sus recientes viajes y sus últimos pasatiempos. Hablaba con tal fervor que era difícil meter una palabra. Al principio escuché atentamente, genuinamente interesada en lo que había estado haciendo. Pero a medida que pasaban los minutos, me di cuenta de que no me había hecho ni una sola pregunta sobre mi vida.
Intenté interrumpir con actualizaciones sobre mis propias experiencias, pero cada intento fue recibido con un rápido asentimiento antes de que ella dirigiera la conversación de nuevo hacia sí misma. Era como si estuviera realizando un espectáculo unipersonal y yo fuera simplemente una espectadora.
Mientras continuaba hablando sobre su reciente viaje a Europa y cómo había cambiado su perspectiva sobre la vida, sentí una creciente sensación de desconexión. Esta no era la Marta que recordaba: la amiga que escuchaba tanto como hablaba, que valoraba nuestras conversaciones como una calle de doble sentido.
Después de lo que pareció una eternidad, hubo una breve pausa en su monólogo. Aproveché la oportunidad para mencionar un reciente ascenso en el trabajo y cómo había sido tanto emocionante como desafiante. Pero antes de que pudiera profundizar más, ella interrumpió con una historia sobre sus propios logros profesionales.
La conversación continuó en este tono hasta que quedó claro que Marta no estaba interesada en reavivar nuestra amistad de manera significativa. Estaba contenta hablando sobre sí misma sin tener en cuenta lo que yo tenía que decir.
Finalmente, nos despedimos con promesas de «ponernos al día pronto,» aunque sabía en el fondo que era poco probable. Al salir de la librería, sentí una punzada de tristeza por la amistad que alguna vez fue y la realización de que las personas pueden cambiar de maneras que no esperamos.
Al final, nuestro encuentro casual sirvió como recordatorio de que no todas las amistades resisten el paso del tiempo. A veces las personas se distancian, y está bien. Pero eso no hace que la pérdida sea menos conmovedora.