Cuando la familia pesa: El precio de la hospitalidad
Soy Carmen, tengo cincuenta y cinco años y creía que a mi edad ya podría disfrutar de la tranquilidad de mi hogar. Sin embargo, la llegada constante de la hija de mi marido y sus hijos cada fin de semana ha convertido mi refugio en un campo de batalla emocional. Entre el cansancio, los reproches y el miedo a perderme a mí misma, me pregunto si es posible poner límites sin romper a la familia.