La noche en que mi madre cruzó el umbral de mi piso en Madrid, supe que nada volvería a ser igual. Entre el duelo por la muerte de mi padre y las heridas familiares nunca cerradas, tuve que enfrentarme a mis propios límites y a los secretos que siempre quise ignorar. Esta es la historia de cómo traer a mi madre a vivir conmigo me obligó a redescubrirla… y a redescubrirme.
Creí que la jubilación sería mi tiempo de paz, pero la vida me sorprendió cuando mi hija Marta regresó a casa tras un divorcio, trayendo consigo a mi nieta. Pronto me vi atrapada entre el deseo de ayudar y el peso de convertirme en niñera, cocinera y sostén económico. Esta es la historia de cómo el amor maternal puede confundirse con la renuncia a una misma.
Siempre creí que ser abuela era un regalo, pero ahora siento que he perdido mi propia vida. Mi hija, Lucía, espera que esté siempre disponible para cuidar de mis nietos, y aunque los amo profundamente, empiezo a preguntarme dónde quedo yo en todo esto. ¿Es normal que ayudar se convierta en una obligación que me consume?
Me llamo Lucía y mi vida cambió el día que mi suegra llamó llorando, pidiéndome ayuda para pagar sus deudas. Mientras intentaba salvarla, descuidé a mi propio hijo, Mario, y mi matrimonio empezó a tambalearse. Ahora me pregunto si hice lo correcto o si el precio fue demasiado alto.
Hace solo 15 años, la señora García estaba encantada con la elección de pareja de su hija: «¡Es un tesoro!» exclamaba. «Es un músico talentoso, toca en una banda y tiene un corazón tan amable.» Era sorprendente que se hubiera enamorado de su hija, una abogada en ciernes con una carrera prometedora por delante. Pero la vida tenía otros planes.
