El Aroma de la Traición: Cómo Mi Agudo Olfato Descubrió los Secretos de Mi Esposo
El aroma a jazmín flotaba en el aire cuando entré a casa aquella tarde. Era un olor que no pertenecía a nuestro hogar, un aroma que no había elegido para nosotros. Mi nombre es Valeria, y como consultora de fragancias, mi vida giraba en torno a los olores. Podía distinguir entre cientos de notas con solo un respiro. Sin embargo, nunca imaginé que esta habilidad se convertiría en mi maldición.
«¿Estás aquí, Javier?» llamé al entrar al salón. El silencio respondió, pero el aroma persistía, envolviendo cada rincón de nuestra casa. Me acerqué al sofá y noté una ligera mancha de lápiz labial en el cojín. Mi corazón comenzó a latir con fuerza, y una sensación de inquietud se apoderó de mí.
Esa noche, mientras cenábamos, no pude evitar preguntar: «¿Tuviste visitas hoy?» Javier levantó la vista del plato, su expresión era una mezcla de sorpresa y nerviosismo. «No, solo estuve trabajando desde casa», respondió con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
Los días pasaron, pero el aroma a jazmín no desaparecía. Cada vez que regresaba de mis viajes, lo encontraba más fuerte, como si se burlara de mí. Decidí investigar por mi cuenta. Una tarde, fingí salir para una reunión y regresé sigilosamente a casa. Desde el pasillo, escuché risas y murmullos provenientes del salón.
«No puedo creer que estés haciendo esto», dijo una voz femenina que no reconocí. Me acerqué lentamente y vi a Javier sentado en el sofá con una mujer desconocida. El mundo se detuvo por un instante. El aroma a jazmín era abrumador ahora, mezclándose con el dolor y la traición.
«Valeria, esto no es lo que parece», intentó explicar Javier cuando me descubrió en la puerta. Pero las palabras se desvanecieron en el aire como humo. La mujer se levantó rápidamente y salió sin decir una palabra.
Esa noche, Javier intentó explicarse. «Es solo una amiga del trabajo», dijo, pero su voz carecía de convicción. «No es lo que piensas». Sin embargo, mi corazón ya había tomado una decisión.
Los días siguientes fueron un torbellino de emociones. Me sumergí en mi trabajo, buscando consuelo en las fragancias que creaba. Cada perfume era una historia, un escape de la realidad que me rodeaba. Pero el aroma a jazmín seguía persiguiéndome, recordándome la traición.
Finalmente, decidí enfrentar la situación. «Javier, necesitamos hablar», le dije una noche mientras nos sentábamos en la mesa del comedor. «No puedo seguir viviendo con esta incertidumbre».
Javier suspiró profundamente y asintió. «Lo siento, Valeria», comenzó. «No quise hacerte daño».
«Entonces, ¿por qué?», pregunté con lágrimas en los ojos.
«No lo sé», respondió él, su voz quebrada por la culpa. «Fue un error, uno que desearía poder deshacer».
La confesión fue como un golpe al estómago. Sentí que el suelo se desmoronaba bajo mis pies. Pero sabía que debía ser fuerte.
Decidí tomarme un tiempo para pensar. Me fui a casa de mi hermana en el campo, donde el aire era fresco y limpio, libre del aroma a jazmín que había invadido mi vida. Allí reflexioné sobre lo que realmente quería.
Después de semanas de introspección, regresé a la ciudad con una decisión tomada. «Javier», le dije al verlo nuevamente, «creo que es mejor si seguimos caminos separados».
Él asintió tristemente, sabiendo que había perdido algo valioso por su error.
Ahora, mientras miro hacia el futuro, me pregunto si alguna vez podré confiar plenamente en alguien otra vez. ¿Cómo puede uno sanar completamente después de una traición tan profunda? Tal vez el tiempo lo dirá.